01 diciembre 2006

XVIII

Cap.VIII

Vientos de ruptura



“Pavorosos sueños de claustrofobia, donde el Laberinto conduce al seto sin salida, una y otra vez.

En lo alto, la negrura sin nubes; bajo los pies el reptar abominable. Silencio ominoso en los costados y, dentro, el galope de un corazón cabalgado por el Miedo.

Humores de impotencia, pegajosos como rastro de babosa: giros y revueltas… para terminar dando con los mismos paso en idénticas esquinas... no hay salida. Y la terrible convicción: sin alas no hay escape: aquí se pudre tu alma por toda la Eternidad.

Siéntate y espera: la visita del Descarnado, precedido por Locura”

(Leire).

Leire veía pasar con angustia los días de indiferencia de Chemo por Dani… apenas presente de alguna forma en sus vidas.
Leire continuaba esquilmando sus ahorros por mantenerse y mantener a Dani... y Chemo se dedicaba con pasión a sus textos profesionales, redactados en el hogar, haciendo caso omiso de su esposa y su hijo; y a sus viajes y compromisos profesionales.


Leire reprochaba a su esposo que ella y el niño fueran el último pensamiento, la última acción en su hiperactiva vida: primero, trabajo; segundo y tercero (más bien simultáneos) familia (padres, tíos, hermano… no “su” familia) y amigos. Por último, y si no había otro remedio, Leire y Dani.

Leire le hacía saber que podía resignarse a ser la última de la cola, con tal de estar con él unos minutos al día… pero no lograba comprender cómo ese pequeño milagro al que llamaban su hijo, no conseguía absorber aunque fuera una pequeña parte de su corazón y tiempo.
Chemo solía no responder… simplemente salía de la habitación sin una palabra, con la mirada baja.

Y eso que el pequeño Dani se hacía notar: desde los berrinches diarios y a todas horas, hasta la ausencia de sueño, pasando por los golpes con los que el chiquillo azotaba el aire a su alrededor: acertando más de una y dos veces a su madre, y enviándola, directamente, al servicio de urgencias.

A la vista de la corta edad y del difícil carácter de Dani, así como de las exigencias de su lactancia, Leire comunicó a sus padres que esa Navidad la pasarían en casa.: Dani apenas contaba un mes de vida, se mostraba contínuamente irritado y Leire había de darle el pecho cada dos horas. Se le hacía muy cuesta arriba tener que pasar las fiestas entre gritos del bebé, transportes de pañales, toallas, medicinas, cochecito, chupetes y serón.
Sus padres no tuvieron problema alguno en entender y aceptar la decisión de Leire.

No así los de Chemo… o él mismo.

Leire imaginaba que su esposo comprendería su cansancio, apenas transcurrido un mes desde la cesárea, y el problema que significaba traer y llevar, a horas intempestivas, a un bebé de tan corta edad. Pero no fue así: Chemo montó en cólera… al igual que su familia. Leire lloró y suplicó y quiso hacerle ver que una madre recién estrenada no era cosa fácil… y menos para alguien como ella, que había pasado sola el primer mes de vida de su hijo… estaba agotada.
La discusión terminó entre gritos de reproche de Chemo, lágrimas de Leire y la decisión:

.-“Vas a ir con el niño a casa de mis padres en Nochebuena. Y no hay más que hablar”.

Esa Nochebuena Dani gritó hasta quedarse afómico; Leire no pudo cenar por estar ocupada meciendo a su hijo, tratando de calmarle; hubo de dar el pecho a su hijo en tal estado de nervios que decidió dejarle “a medias”: el trasiego, los “sal y entra” de la habitación por parte de toda la familia de Chemo, no invitaban precisamente a la tranquilidad: abre puerta, cierra puerta, entra uno, sale otro… más tarde supo que ninguna fémina de la familia habia alimentado al pecho a sus hijos; parece ser que el hecho de alimentar Leire a Dani era todo un espectáculo para el cual sólo faltó vender entradas… pero no parecía la situación ideal para una tarea tan íntima.
A las cuatro de esa madrugada, Dani y Leire tenían los nervios absolutamente destrozados.

Pero Chemo había “ganado”.

Un día, preocupada por el escaso o nulo interés que Chemo mostraba por su hijo- además de por la lejanía física, Leire decidió plantear a su esposo la sospecha que le daba vueltas en la mente desde el nacimiento de Dani:

.- Chemo… quisiera saber si te planteas regresar algún día a ElNorte…

.- No, Leire. No volveré-aseguró Chemo

.- ¿Estás seguro¿-inquirió Leire. Porque de ser así, no quiero que Dani crezca lejos de su padre.

.- Estoy seguro-confirmó Chemo- El prestigio y el reconocimiento que encuentro en mi trabajo en ElCentro, jamás podré hallarlo aquí.

.- Chemo… si es así, me trasladaré a El Centro con Dani. Pero has de estar seguro de tu decisión: ¡júrame que lo has pensado bien y que no te arrepentirás en poco tiempo!… porque voy a renunciar a mi familia, a mis amigos, a mi trabajo… a toda mi vida. Por seguirte. Porque Dani crezca a tu lado.

.- Estoy seguro, Leire. ¡Jamás volveré a El Norte!.

Ante a firmeza de su marido, Leire no tuvo otra decisión que adoptar que la de preparar el traslado.
Acordaron que la familia se reuniría cuando Chemo lo creyera oportuno, pues el tiempo en ElCentro era muy crudo hasta comienzos de la primavera.
A comienzos del mes de febrero, Chemo comunicó a Leire que la primavera se adelantaba en El Centro: Cuando estuviera todo listo, podían partir hacia su nueva vida.

Y así fue como Leire, con el bebé a dos días de cumplir tres meses, y sin bautizar aún (Chemo nunca encontraba el momento apropiado) se despidió de la que había sido su vida.

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