25 noviembre 2006

XV

CAP. VI

Un Bebé que no llega...


Tres años llevaban casados Leire y Chemo y el bebé no parecía tener prisa por engendrarse.
Leire no se preocupaba: viendo sólo a Chemo los fines de semana, le parecía que las posibilidades eran menores que en otra pareja que se viese día a día. Ya sucedería.

Entre tanto, Leire disfrutaba: de su trabajo, del tiempo que pasaba junto a su esposo y de los viajes de fín de semana a El Centro (aunque dedicara más tiempo a la vigilancia de las obras y la limpieza de su nueva casa que a otra cosa).

En El Centro, le fue presentada por Chemo tanta gente que apenas conseguía recordar los nombres; gentes procedentes de todos los puntos del país y del extranjero.
A Leire le encantaba este ambiente cosmopolita; y bailar en los pubs de la ciudad, pasearse por la plaza del Ayuntamiento… adoraba y adora esta ciudad.
Las cenas, las comidas con los amigos de su esposo, estaban a la orden del día en esos fines de semana. Leire disfrutaba de ellos, aún cuando, casi siempre, le tocase pagar copas y cena porque Chemo nunca llevaba dinero encima.

Este era un aspecto que siempre llamó la atención de los padres de Leire: ella nunca supo siquiera de forma aproximada la cuantía del salario de su marido, ni el dinero que tenía ahorrado (salvo la cuenta corriente conjunta para los gastos de la casa que ambos habían abierto al casarse) mientras Chemo lo sabía todo de Leire.
El hermano de Chemo se encargaba de efectuar la liquidación de sus respectivos impuestos, y Leire se limitaba a firmar la suya.

Las juergas con los amigos se alternaban con visitas a aquélla parte de la familia de Chemo que residía en un pueblo cercano.

Leire seguía siendo feliz.

Cada vez que podían reunir unos días, planeaban un viaje; y así visitaron sitios como Atenas, que fascinó a Leire (profunda admiradora de las culturas clásicas). El viaje a Grecia fue también abonado en su totalidad por Leire. Aún conserva la factura en su poder por resistirse a dejar de añorary soñar en esos días.

Acompañando a Chemo en un viaje profesional (Chemo insistía en que no se molestara, pues se iba a aburrir mucho) Leire pudo visitar la tierra de sus padres: El Sur.
Adorable en lo poco que recordaba de su niñez (un verano) y en lo que se le descubrió.

Si bien, efectivamente, se encontró desplazada entre las señoras de los compañeros de profesión de Chemo, se las arregló para escapar de las excursiones organizadas y vagar a su aire por todos los rincones… cuántas horas pasó en aquéllos días respirando el azul del mar y del cielo e imaginando cómo habrían pisado esas calles sus padres.

Las excursiones en autobús a los pueblos cercanos sí se hicieron para Leire más que pesadas… decepcionantes:
Era “la esposa de “ y por ese simple hecho, sin que nadie le hiciera la menor pregunta sobre sus aficiones o su trabajo, se la relegó al mutismo.
Chemo ni siquiera parecía percatarse, enredado en conversaciones sobre su especialidad profesional, disfrutando de una suerte de estrellato, entre atropelladas preguntas y respuestas.

Leire, entristecida, no ya por la indiferencia mostrada por las compañías de su esposo sino por lo que a ella le pareció más grave, la indiferencia de Chemo, terminó por acurrucarse a solas en un asiento vacío del autobús; deseando poder obtener en un instante el don de la invisibilidad.

Se le hicieron bastante cuesta arriba cenas, almuerzos y copas con esos compañeros de profesión de Chemo y sus esposas. No sabía por qué, pero a pocas personas pudo contactar tras las mínimas frases de cortesía… le pareció un mundo tan superficial y absurdamente "estirado"… que decidió que ese sería el último viaje de trabajo en el que acompañaría a Chemo.

Y Chemo, al ser informado de ello por Leire, pareció aliviado.

Aún así y separados constantemente por los viajes de Chemo, Leire seguía viviendo en la séptima nube.

Chemo comenzó a obsesionarse con el tema de los hijos.
Y su familia no dejaba pasar ocasión para preguntar que qué hacían, que si no querían tener niños. Hasta que las preguntas ya fueron directamente a Leire, quien hubo de jurarles, prácticamente, que jamás había puesto impedimento alguno a los bebés.
Un día tras otro, el mismo tema de conversación y toda la familia aunada en el tema, de forma que Leire se dio cuenta, llegado un momento, de que se estaba obsesionando.
Pensó que asi no habría forma de quedarse embarazada y había de tranquilizarse y dejar de pensar en bebés y en los apremios de la familia política.

La gota que colmó el vaso de la paciencia de Leire se produjo el día en que su madre la llamó por teléfono, muy preocupada, para decirle que habían estado allí de visita los consuegros:

.- “Leire… no te lo vas a creer. Pero Lina me ha instado a que te lleve al ginecólogo para que vea por qué no puedes tener hijos”

…. ......

.- Y ¿no les has dicho que eso es asunto mío y de Chemo y que por qué voy a tener yo la “culpa”?

.- Sí hija. Exactamente eso le he dicho. Que os dejen tranquilos, que ya llegará y que si tenéis que haceros pruebas, lo lógico es que se las haga él primero, que son más fáciles e indoloras-

.- Gracias, mami… si es que no me lo puedo creer…

Después de aguantar durante un tiempo las indirectas en forma de regalo de Chemo ("Guía de los futuros padres", "Aspectos de la inseminación artificial", "La fecundación in-vitro") Leire le comunicó a su marido que no estaba dispuesta a seguir sufriendo y, menos aún, a someterse a ningún proceso de fecundación, para pasarse los meses escuadriñando un “predictor” y llorando porque no salía la rayita rosa. Que bastante la estaban ya obsesionando..

De manera que Chemo decidió que se harían las pruebas de fertilidad, empezando por él mismo.

Las suyas salieron relativamente bien, no para tirar cohetes, pero suficientes. De manera que le recordó a Leire que ahora le tocaba a ella.

Fue a un ginecólogo que ella se pagó, y que la ingresó en un hospital privado cuarenta y ocho horas (otra factura para Leire) para efectuarle una serie de pruebas de quirófano... y descubrir que todo en ella era de lo más normal.

Lo cierto es que, justo al mes, a las seis de la mañana, sola en el baño mientras Chemo dormía, Leire veía teñirse de un suave rosa la ventanita del “Predictor

No hay comentarios: