18 noviembre 2006

XII





II

La luna de miel fue inolvidable para ella: un largo viaje atravesando océanos, Chemo a su lado; pasado por fín el trago de las celebraciones de la boda… al fín la tranquilidad: se terminaron las revoluciones en su vida.

Las únicas pequeñas discrepancias en ese viaje giraron en torno a las atracciones a las que iban a subirse los recién casados: Leire había sufrido una hemorragia subretiniana en el ojo derecho cuando estudiaba segundo de carrera: la enormidad de la tarea la abrumó y debilitó sus defensas haciendo mella en el punto más flaco de su anatomía. Consiguió buenos resultados pero... perdió la visión central de ese ojo.

Leire vivía, estudiaba y trabajaba con normalidad, haciendo uso de su otro ojo y de la escasa visión periférica que le restaba en el ojo afectado. Pero los oftalmólogos, que no podían deducir la causa de la hemorragia ni, por tanto, prevenir nuevos accidentes o siquiera tratarlos, le aconsejaban evitar movimientos bruscos de su cabeza: no montar a caballo, no tirarse de cabeza al agua, no marcar goles de cabeza y, sobre todo, evitar tensiones... habría inexcusablemente de tomar sedantes suaves cuando previera una temporada de estrés.

A pesar de todo ello, Leire terminó subiendo a atracciones tan brutales como “el ascensor”, “la Venganza de Moctezuma”, “Indiana Jones y el Templo Maldito”… por no dejar solo a su marido, quien insistía en que Leire le acompañara, a pesar de conocer el accidente que habia sufrido en su ojo y la posibiidad de que se repitiera en el sano.

Leire siempre había llevado recuerdos para su familia, de todos los viajes que había realizado. Ahora debía preocuparse también de los regalos para la familia de Chemo… regalos que él pocas veces pagaba, pues casi nunca contaba con dinero a mano.
El problema era que se empeñaba en llevar cosas que a Leire no le gustaban para "sus suegras". Pero Chemo insistía y Leire terminaba por dejarle hacer, no fuera a surgir una discusión por ese motivo.

A la vuelta, la reacción de la madre y la tía de Chemo estaba servida: .- “No me gusta: a tu madre le habrás regalado lo mismo, ¿verdad Leire?”.

Por supuesto Leire se tragaba el reproche sardónico, sin comentar que había sido Chemo quien se había empeñado en semejante horror ni que, claro está, a su madre le había comprado otra cosa.

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