01 noviembre 2006

IV



Unos timbres de teléfono y al otro lado la amiga:

.- ¿Leire?... soy Irma; escucha: necesito que me hagas un favor.

.- Lo que necesites. Dime

.- Verás: ¿recuerdas a Chemo?. Te he hablado varias veces de él…

.- Le recuerdo: que si ahora tiene una novia, que si ahora la deja, que si vuelve con ella, que si está con otra, uf…

.- Verás: es que ahora no tiene novia: lo dejó con la última y vaya… que antes, entre una y otra pareja, nos dejaba respirar, pero ya lleva demasiado tiempo solo ¡y Juan y yo le llevamos pegado a todas partes!; estamos desesperados. ¡Necesitamos algo de intimidad!
¡Por favor!: ¡queda con nosotros este fin de semana y nos lo quitas de encima un rato!

.- Caramba, Irma… creo que me niego: no le conozco más que por referencias y, la verdad, es que no me gusta lo que conozco de él. A fin de cuentas, ¿no es el mejor amigo de tu novio?, pues que él le diga algo: a buen seguro lo entenderá.

.- Es imposible Leire- gimoteaba la amiga- de verdad que si no lo hubiéramos intentado todo no te pondría en este apuro. Espera, que se pone Juan:

.- Leire: ¡Por favor, por favor, porfavorporfavor! ¡Sólo una noche!. Necesitamos estar solos; han pasado ni sé cuantas semanas llevándole con nosotros a todas partes. ¡Te lo agradeceremos toda la vida!

.- Uf, está bieeeeeeeeeeeen. Dejad de lloriquear. ¡Pero sólo una noche!, ¿de acuerdo?

.- ¡Gracias, gracias!. Te debemos un favor inmenso. Te paso con Irma



Y así fue como se fraguó el primer encuentro, del que Leire apenas guarda algún recuerdo:

Quedaron los cuatro para cenar un sábado, en un restaurante a las afueras de la ciudad.
Leire atendió en su móvil las llamadas de los amigos con los que solía salir, charló con Irma de cosas de dos, disfrutó de la cena y … poco más.

Al día siguiente llamó Irma para comentar la noche:

.- ¿Qué tal?

. Bueno, Irma… es un hombre divertido, no cabe duda, pero no me gusta.

.- Pues él dice que eres “pija”, porque no le hiciste el menor caso en toda la noche.

.- Vaya… qué chico más majo, je. A ver: ¿esperaba que me lanzaría a sus brazos al terminar la cena?. En cualquier caso, me ratifico: parece un pavo real; y no me gusta.

.- Pues yo pensaba pedirte que nos acompañaras este sábado de cena…

.- ¡Esta si que es buena!. .. Por lo que veo no nos hemos gustado, así que no parezco la más idónea para quitaros de encima al “escopetón”, ¿no te parece?

.- Sí, ya… pero me gustó mucho hablar contigo, como hacíamos antes… aunque sólo sea por eso ¿querrás, por favor volver a repetir la salida?, por favor… por ti y por mí. No te oculto que nos gustaría repetir por el “escopetón”, pero me gustó tanto charlar contigo…

.- De acuerdo. Pero sólo una vez más. Y por los viejos tiempos. La próxima cena será sin Chemo. ¿Trato hecho?

.- ¡Trato!. Nos vemos el sábado. Y de nuevo un millón de gracias, Leire.


A veces un pequeño error, una debilidad, una simple bajada de defensas, nos precipita en el ojo del huracán:
Como una enfermedad oportunista entró Chemo ese sábado en la vida de Leire.
No recuerda en absoluto qué pasó para que comenzara a sentirse atraída, para que quedaran ya sin los amigos (“eternamente agradecidos”) y repitieran salida hasta el día en que Chemo la besó por vez primera.
La primera vez que Leire era besada. La primera en que sintió algo que no supo nombrar, pujando desde la boca de su estómago y ramificándose por todo su sistema nervioso… un choque eléctrico, unos pájaros diminutos revoloteando desde el vientre hasta la garganta, ahogando cualquier otra sensación.

Al día siguiente llegó el primer (y último) ramo de flores… y se vio enamorada, por primera vez en su vida.

No hay comentarios: