01 noviembre 2006

VII



SEGUNDA PARTE

Cásate conmigo… y con mi familia

I


A los cinco meses de comenzar la relación, Chemo pidió a Leire por vez primera que se casase con él.
Previamente habían tenido conversaciones sobre familia e hijos, porque Chemo parecía estar obsesionado con su edad: se creía “mayor” y decía que no podría esperar mucho para formar una familia. Leire quería niños, pero no tenía prisa… en todo caso siempre podría adoptar un pequeño.
Chemo parecía enfadarse al escuchar cualquier mención de adopción: decía que él quería tener hijos propios e insistía en que no le quedaba mucho tiempo.
Mucho más tarde, Leire tuvo ocasión de recordar y meditar con amargura esas palabras.

Después de todo, Leire estaba enamorada. Respondió “si” a la primera petición de matrimonio de Chemo, y a la segunda y a la tercera… siempre sin fecha, pues necesitaba conocerle mejor antes de dar un paso tan importante, a su entender. Y es que… tampoco tenía prisa. Quería vivir esos momentos un poco más.

A los diez meses de iniciada la relación, estando un día de Reyes en casa de los padres de Leire, ella le comentó a Chemo que pensaba comprarse un piso con el dinero que estaba ahorrando. Ya era hora de independizarse.
Chemo se enfadó e intentó disuadirla, diciendo que él ya tenía casa y que no necesitaban otra. Pero ella aducía que necesitaba su propio espacio… y no la dejó terminar:

.- ¡Cásate conmigo!

.- Sí, Chemo. Me casaré contigo- accedió Leire, ya no sabía si por cuarta o quinta vez en cinco meses.

.- ¡Este año!. De este año no pasa, así que fija la fecha de la boda, que podría ser para el mes de junio, por mi trabajo. O dejamos correr lo nuestro-amenazó Chemo-

Leire quedó petrificada: no esperaba que uno de los acontecimientos más importantes de su vida, que imaginaba nimbado de unhalo de romanticismo, le fuera planteado en esos términos: nada de anillo, ni de hincar rodilla en tierra, ni abrazo o beso, poema o… nada especial… como no fuera la brusquedad de la petición.

Pensó rápidamente en que amaba a ese hombre y que no quería perderle por nada del mundo.

Así fue como Leire se vio comprometida, sin darse cuenta de que acababa de ceder al primer chantaje.

Quedaban, pues, tan sólo cinco meses para la boda y Leire hubo de ir muy deprisa con los preparativos. Más aún cuando corrieron exclusivamente de su cuenta ya que su novio, con la excusa del trabajo fuera de la ciudad, decía no poder encargarse de nada.

salvo su partida de bautismo y encargar su traje, en nada más contribuyó Chemo a los preparativos.

“Extra-oficialmente” cada uno ya conocía a la familia del otro. Y era Leire quien pasaba cada vez más momentos, comidas y celebraciones familiares, con la familia de Chemo. A fin de cuentas, "iban a ser su familia de adopción", pensaba ella ante la abrumadora cantidad de invitaciones.

La madre de Leire estaba contenta, porque veía feliz a su hija. Y los hermanos de Leire recibieron con agrado al novio: coincidieron todos en que parecía un hombre muy afable, inteligente y divertido… y no tardaron en hacerle su amigo.

En cambio, el padre de Leire no parecía muy satisfecho… pero ella pensó siempre que debía ser algún tipode celos: se le llevaban a su “ojito derecho”; y trataba de calmarle y asegurarle que era muy feliz.

Además de los padres y hermano de Chemo, Leire conoció también a la Abuela: una mujer afable y cariñosa que, aún muy entrada en años, se mantenía en espléndida forma.

También le fueron presentados los tíos de Chemo: una hermana de la madre y su esposo. No habían tenido hijos, de modo que los sobrinos crecieron a caballo entre las dos casas.


Cuñada, sobrina… y todo el vecindario le fue presentado a Leire, que se sentía morir de timidez con cada presentación.

Comenzaron a planear cenas y comidas: “para conocer a mi familia, a la tuya y para que se conozcan ambas y realizar la petición de mano”.

La primera comida fue con la familia de Chemo: una larga mesa en el restaurante donde en poco tiempo se realizaría el banquete de bodas.
Nada de particular, salvo los nervios lógicos de conocer formalmente a la familia política, excepto…

Estaba Leire en un momento de la comida, hablando con otro comensal, cuando percibió que alguien se acercaba a su oído izquierdo: era la tía de Chemo quien le susurraba queda pero frmemente, pegada su boca al lóbulo de la oreja de Leire:

.- Te advierto que ésta es una familia muy unida y queremos que siga siéndolo…

Leire se asustó ante lo que le pareció una advertencia digna de la mafia siciliana.

Durante tanto tiempo la atemorizaron el tono y las palabras, así como la amenaza latente que destilaban, que aún revive cada detalle de ese momento.


Hoy sabe que en su relación hubo "dos suegras"; entonces no sólo no sabía cuántos iban a llegar a ser en su matrimonio, sino que reía con ingénua despreocupación la ironía y bromas de Juan y los demás amigos de Chemo cada vez que éste les comentaba que tenían un compromiso:


“Qué… ¿Otra comida familiar?”, preguntaban entre carcajadas.


Y es que rara era la semana en que no hubiera celebración familiar... y solemne.


Cuando alguien se tiene que levantar, en ocasiones, a las seis de la mañana para estar a tiempo de una vista en un Juzgado a más de cien kilómetros, comer allí, volver al despacho por la tarde y salir a las ocho de la noche, se hace muy cuesta arriba incluso algo que, a buen seguro, resulta una gozada para cualquier novia. Y es que Leire se sentía agotada nada más empezar: desplazarse a la Iglesia, dejar atada la fecha de la ceremonia, encargar el traje, los zapatos, el ramo, las flores (más reuniones: con las novias de ese mismo día, para compartir gastos de ornamentación de la Iglesia. Y qué difícil resulta poner de acuerdo a tres mujeres que quieren que el suyo sea el día más especial); los detalles de la novia para los invitados, los puros que, supuestamente, aporta el padrino (y que hubo de poner Leire… pues la acompañaría un padrino “putativo”, en sustitución del padre, ya gravemente enfermo); el restaurante, la comida, los invitados, el viaje de novios, sacar adelante expedientes fuera- calculando el tiempo de la luna de miel y que no le surgieran señalamientos y vistas entretanto- los anillos (hasta éste detalle de dos hubo de elegir completamente sola); la lista de bodas, las pruebas…

No es de extrañar que a Leire la sacudiera un pánico cerval y llegara a proponerle a Chemo que lo olvidaran todo y se casaran en el Ayuntamiento, tan sólo con la familia más cercana acompañándoles.
Pero Chemo se negó: no iba a “hacerle eso” a su familia; y la instó a seguir sola con los preparativos.

Y lo cierto es que Leire esperaba que su novio comprendiera que ella sola no podía con todo: que ni siquiera necesitaba de todo ese teatro, para decir "sí: te quiero"...

Necesitaba un mínimo apoyo siquiera los fines de semana que él regresaba; de todas formas, no había pensado que fuera precisamente Chemo quien insistiera en una ceremonia religiosa: si bien Leire era católica practicante, Chemo se mostraba más bien tibio respecto a la religión y sólo acudía a misa por acompañar a Leire. Decía Chemo que había sido monaguillo durante su infancia y que, por este motivo, ya había pisado bastante la Iglesia. Por dicha razón, pero aduciendo de cara al párroco que no tenía tiempo por su trabajo fuera de la ciudad, se había libradode los cursillos prematrimoniales.
Ciertamente, podían ho naber hecho cambiar de ide a Chemo... absolutamente inconsciente de que el matrimonio (cualquier relación estable) es una convicencia de amor y ayuda.

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